Esta celebración de los vivos es para honrar a los que ya no están físicamente y aquí en México tiene su origen en la época prehispánica.
De acuerdo con los historiadores, los mexicas tenían varios periodos a lo largo del año para celebrar a sus muertos, los más importantes se realizaban al terminar las cosechas, entre los meses de septiembre y noviembre.
La sociedad azteca creía que la vida continuaba aún en el más allá, por eso consideraba la existencia de cuatro “destinos” para las personas, según la forma de morir. De acuerdo a el arqueólogo Eduardo López Moctezuma, los detalla de la siguiente manera:
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El Tonatiuhichan o “casa del sol” era el sitio al que iban los guerreros muertos en batalla, los capturados para el sacrificio y las mujeres embarazadas.
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El Tlalocan, un tipo de paraíso al que llegaban todos los que morían por el agua
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El Chichihualcuauhco, un espacio destinado para los bebés muertos, ahí eran amamantados por un enorme árbol nodriza hasta que “volvieran a nacer”.
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El Mictlán, el reino de los muertos y destino de las personas que fallecían por causas no relacionadas al agua, la guerra o el parto.
Se pensaba que, para llegar a este último sitio, los muertos debían de realizar un largo proceso en el que eran ayudados por un perro.